Al son de las balas, los rebeldes libios se tomaron ayer el complejo presidencial de Muamar Gadhafi, de quien no se sabe el paradero, pero afirma desde la clandestinidad que “hasta la muerte o la victoria”.
La crisis desatada en Libia ha permitido a los rebeldes avanzar en su lucha por recuperar la dignidad del pueblo, tras 42 años de dictadura y “celebrando” como gritan algunos sublevados, por tomar el control de Bab al-Aziziya, cuartel general de Gadhafi, e izan la bandera tricolor, tomando sus armas, saqueando y destruyendo símbolos de un imperio, según ellos terminado, y cuyo objetivo continuo es atrapar al derrocado líder y a sus hijos.
El ataque ocurrido el día anterior en Trípoli, fue apoyado por las potencias occidentales mediante ataques aéreos, dejando hasta el momento más de 400 muertos y 2.000 heridos en los primeros días de batalla en esta ciudad; las calles están desiertas, sólo se ve a los rebeldes celebrando el triunfo con cánticos y disparos al aire, mientras otros civiles intentan llegar a sus casas, después de abandonar por unos días la ciudad.
Continúan las explosiones y disparos de armas de fuego en la capital de Libia, buscando al dictador, mientras éste ha acusado a los insurgentes de practicar torturas y de "ejecutar" a sus enemigos; otros ciudadanos continúan atemorizados, ya que la zona no es de fácil acceso por la presencia de francotiradores, según fuentes rebeldes.
Gadhafi, considera estratégica su salida de la fortaleza dictatorial y afirmó mediante comunicación telefónica, al presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), Kirsán Iliumzhínov que “no tiene intención de abandonar el país” y que está “sano y salvo”, más, considerando que aún tiene control sobre algunas zonas en Trípoli, como los barrios de Salah ad din, el de Bab Anashir o el de Al Hadaba al Jadr.
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